viernes, 2 de abril de 2010

viernes de gloria (Jesús, el mesías del mitraísmo)

Pablo, el primer evangelista, predicó la fe cristiana en Tarso huyendo de las persecuciones que sufrió en Damasco. En las primeras décadas del siglo I d.E.C., Tarso era un puerto comercial muy activo de más de 2.000 años de antigüedad, y centro cultural de Asia Menor, cuyo culto a Mitra se había desgajado del Zoroastrismo más primitivo. Mitra, dios astrológico identificado con el sol tenía un festival anual a su nombre que se celebraba en la antigua Turquía en el momento del solsticio de invierno, cuando el sol empieza a renacer un año más. Ese día caía alrededor del 25 de diciembre. Las tradiciones religiosas cuentan cómo Mitra nació humildemente entre pastores, concretamente en un establo, de ahí la gran fortuna que tuvo su culto entre las clases sociales menos favorecidas.

Zaratustra, ‘magi’ (sabio, sacerdote) y reformador del mazdeísmo, religión ‘oficial’ de los pueblos bactrianos, había profetizado la llegada de un mesías que traería el triunfo del Bien sobre el Mal (también ésta fue una religión maniquea), amén de destilar una bebida inmortal a base de la sangre de un toro divino que degollaría en un momento epifánico y glorioso. Mitra nació posteriormente en la imaginería popular para dar veracidad a sus creencias. Así pues se instauraron banquetes rituales, ampliamente atestiguados por bajo relieves de la época, donde los devotos no sólo bebían la sangre caliente de un toro sacrificado –y en su defecto usaban vino como sustituto- sino que se bañaban en ella, mientras compartían la comida siguiendo los preceptos específicos del culto. Se suponía que ingerir la carne del toro y beberse su sangre regeneraba la vida, a modo de un renacimiento simbólico a la vida eterna y verdadera.

Otro episodio mitológico inscrito en el círculo cúltico de Mitra habla del descenso a la tierra del dios en un apocalíptico día en que los cuerpos saldrán de sus tumbas y las almas serán juzgadas: sólo los que poseyeran los conocimientos astrológicos y mistéricos necesarios -revelados a aquellos que participaban en las comidas y baños rituales- podrían llegar a la vera divina y disfrutar de una vida inagotable de felicidad.

Pablo fue un gran proselitista y un mejor vendedor. Era consciente de que predicaba entre gentes con una tradición cultural e histórica muy firme, y la estudió muy detenidamente. En vez de empezar a explicar un universo religioso diferente al de los tarsianos, inteligentemente hizo converger las esperanzas mesiánicas de aquellos pueblos con su propia concepción del cristianismo emergente, a fin de asegurarse el éxito de sus predicaciones entre los paganos. El cristianismo pues, sólo fue tal durante la vida de su fundador, pues quien quisiera abrazar la nueva fe tenía que pasar irremediablemente por la aceptación del judaísmo (Jesús fue el “rey de los judíos”), pasando luego a convertirse en una religión paulina, que es lo que hoy en día tenemos. El mesianismo, que fue posterior a la muerte de Jesús, no derivó del judaísmo como se ha intentado hacer creer, sino del mitraísmo.

Fuente: copypasteo de aquí



"La religión es lo que evita que los pobres asesinen a los ricos." (Napoleón Bonaparte)

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