Tomaba una guinness en la barra cuando oí esa voz, una voz sensual, cálida... tan sólo a unos metros de mí. Aquel hombre con aire siniestro, desmelenado y con mirada profunda había entrado en el bar irlandés donde había música lenta, una nube de humo flotando en el aire y un billar vacío.
El camarero me sirvió inesperadamente otra birra. ¡Aquel hombre misterioso me había pagado una ronda! No podía dejar pasar esa oportunidad, me arme de valor, me acerque hasta él y le susurre al oído: “Te invito a una partida de billar”. El hombre me miró de arriba a abajo, y asintió.
Como era miércoles, no había apenas dos personas en el bar, y la mesa de billar estaba en un reservado fuera de la vista de los mirones.
Comenzamos la partida, así como el juego de miradas, de roces con las manos, las risas y el número de cervezas iba en aumento... jejejejejejeje.
En un momento nos acercamos demasiado, sentimos el calor que desprendíamos, me acarició la cara y, mientras me miraba a los ojos, me dijo:“Eres distinta a las demás, y eso me excita”.
Yo en ese momento pensé que me moría, de vergüenza, de corte... pero ese hombre me ponía a mil. Su mirada, su olor, su boca, sus manos... uhm...
Me empezó a besar el cuello, pequeños mordisquitos en la yugular, lametones sutiles. Yo no podía más. Le besé en los labios, su sabor a cerveza me embriagó, me hizo estremecer de placer, después nos dejamos llevar por la pasión, por el hecho de ser dos desconocidos que estaban apunto de sucumbir a la pasión momentánea del desamor, la tristeza, pero al fin y al cabo el acto mas básico entre una mujer y un hombre: el sexo salvaje.
Me sentó en el borde de la mesa de billar, aun con cuatro bolas por la mesa, poco a poco me bajo las medias hasta los tobillos, mientras se arrimaba a mí, notaba cómo su polla estaba durísima, lo que hacia que me excitase aún más imaginando lo que me esperaba. El tanga estaba ya empapado, no quiso ni quitármelo, lo movió hacia un lado y me metió un dedo, que enseguida se quedo empapado, después fueron dos, y así siguió durante un ratito.
Estando a punto de estallar del placer, bajo su lengua hasta mi vulva, mojada y dilatada. Se entretuvo un buen rato jugando con mi clítoris con la lengua mientras no paraba de masturbarme, por dios, que orgasmo tuve... y eso que sólo era el primero.
Sin decirme nada y con cierta brusquedad me dio la vuelta y me quedé apoyada sobre la mesa y con el culo en pompa. Estaba chorreando y sin mas dilación me la metió hasta el fondo sin mediar palabra, notaba como iba entrando y saliendo aquel miembro viril tan duro, tan fuerte... el golpeteo de sus caderas sobre mis nalgas se hacia casi celestial, ese hombre oscuro me hacia estremecer, me hacía recorrer un escalofrío desde el culo hasta la cabeza, pasando por toda la columna, cómo me agarraba de la cadera y me empujaba hacia él, era exquisito. Llegue a un orgasmo increíble, largo, intenso, y me tuve que ahogar los gritos de placer mordiendo una bola de billar.
Ahora era mi turno: me di la vuelta y, sin decirle nada, cuando estaba apunto de correrse, me metí su polla en la boca para saborear todos mis jugos más los de él. Mientras, le miraba a la cara con cara de lasciva, por encima de las gafas, una imagen increíble. Cuando se empezaba a contraer, a la vez que succionaba le masturbaba. Finalmente se corrió en mi cara, poniéndome dulcemente pringada.
De ahí pasamos al baño, donde nos pusimos un poco presentables antes de salir de aquel tugurio lleno de humo. Antes de llegar a la barra me agarró del brazo, se acercó hasta mi boca y me dijo:“Volveré aquí cada noche y, si el billar y tú estáis libres, te follare como hoy”.
Me puse roja como un tomate... ¡No sabía ni siquiera su nombre! Pero hizo que viese las estrellas de placer...
Este relato es una reposición del primero.
gracias tiberio por publicar otra vez mi relato, espero que os guste a todos!!!! para los viciosos de los bares y billar
ResponderEliminary de las bolas..., aunque no sean chinas.
ResponderEliminarSí, si que gusta, sí.
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