jueves, 10 de diciembre de 2009

Por la lectura

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:

a) obtiene algo a cambio.

b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?

Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro

Si estas de acuerdo, pásalo. Por el placer de la lectura.

3 comentarios:

  1. Algo que se presta no se cobra si no pasaría a ser algo así como...¿Alquiler? y mucho menos tratándose de un lugar público. No lo entiendo, se supone que una biblioteca está para fomentar la lectura, entre otras cosas, y por ejemplo, en el caso de Santander, la biblioteca Menendez Pelayo la cierran para llevarla casi al Barrio Pesquero, (un lugar absolutamente centrico, claro está) JA! En mi caso me beneficio, pero me parece una decisión erroenea si encima quieren cobrar por el servicio de préstamo, apaga y vamonos.

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  2. Nos encontramos ante otro caso de vorágine histérica de la $GAE,para quién la cultura sólo es un objeto de mercadeo,no un bien de la humanidad.
    Las bibliotecas públicas nacierón de la necesidad de dotar a los menos favorecidos de un acceso a este bien,También son lugares donde podemos encontrar lo que ya no vende y otro tipo de documentación clasificada como archivos históricos.
    Por otro lado esta "sociedad de gestión" las más de las veces se arroga en la representación,y consiguiente cobro,de derechos cuya titularidad no tiene concedida.
    Deberían los ayuntamientos cobrar a la $GAE un canon por el depósito y almacenamiento de libros,exactamente la misma cuantía que la $GAE demanda.
    A lo mejor la nueva ubicación de la Biblioteca Menéndez Pelayo es necesaria y dejen el viejo edificio como Museo...
    Bienvenida por este antro...de perversión ideológica.

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  3. No tiene logica dejarla como museo, ya que a cinco metros de la entrada está la casa-museo de Menendez Pelayo lo bonito era tener una biblioteca ahí, justo donde vivió el, además estándo céntrica era más visitada. Sigo sin entenderlo...

    Y en relación al artículo, es que es cierto lo que dice Sanpedro, los autores deberían estar en deuda con las bibliotecas puesto que dan la opción de leer sus obras. Siempre se quiere sacar tajada de lo que a priori es un pastel público y social.

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