martes, 16 de febrero de 2010

DIARIO INTIMO, Yolanda-Antonietta (©)

What’s what. Cumplí 17 years old. Montaba a pelo mi caballo y me metía al desierto; me sacaba el vestido (siempre he usado faldas o vestidos) y trotaba así... Lady Godiva texana & nue, pero sin ninguna connotación sexual. Sólo vivía mi libertad desnuda. Me serenaba mucho encuerarme; mis senos flotaban bajo el sol del desierto y eso como que me satisfacía, como que el sol me estimulaba. Karl, mi caballo, un bello Apalooza, me sentía, me sentía... willing… wholly…

Paseando con pap… encontrábamos frecuentemente muchos “mojados” mexicanos perdidos, les dábamos de comer, ropa y agua. A algunos los escondíamos en casa varios días, casi moribundos. Seguían, tenaces, hermosos. Me provocaban coraje y mucha tristeza… bawl’n bawl.

Salvaje y silvestre. Me perdí en una zona límite una tarde. Un hombre irlandés, un guarda del desierto, fitosanitario, apareció, también solitario, el pobre. Llegué a su remolque-campamento, sedienta. No entiendo cómo me perdí, le dije; “el desierto pierde hasta a los animales, niña, en un descuido; existe un ángulo infinito e irresoluble entre la vastedad y la vista, y si pierde el punto de referencia con algún movimiento no pensado, se extravía fatalmente”, creo que esto me dijo. Yo como que estaba muy encima de los hombres, o seres humanos, ja. A ese pelirrojo irlandés lo vi también muy abandonado, muy inocente, o muy pendejo, caray, o místico-pendejo... y porque esa primera vez yo andaba caliente, pero no esa calentura de todas las tipas... sino más botánica, más zoo’l... miraba en el desierto las cópulas de iguanas, liebres, venados, lagartijos, saurios, aves... y me identificaba con ellos, quería experimentar eso, bajo ese sol, de esa manera, sometida...

El guarda me enseñó una enciclopedia el primer día que llegué ahí, égarée & like wild-animal-sauvage; plantas y seres del desierto, hermosísimo el librote, me arrobó. Me dio agua fresca, de una jarra de barro, linda; lindo todo. Karl mi caballo bebió también. Todo lindo. Platicamos del desierto, de la zona; el cielo por las noches, plagado de estrellas, meteoritos... riquísimo. Me llevé la enciclopedia pues me lo permitió. “Prestada, ¿eh?”, le dije. Me miró los muslos cuando me subí al caballo y me indicó cómo salir de ahí mediante el movimiento de las nubes, formas rocosas y ciertos arbustos. Winckle, o algo así se llamaba. Sabio-ingenuo... y lleno de semen –involuntariamente pensé esto último, ¡ah! El sábado fui, entregué el librote. Platicamos. Breve. Aspiré su aroma cuando me dio agua (lleno de semen, sí). Fui dos o tres veces más, cuando el sol me agobiaba y me aburría. Me encantaba su plática sobre los zooacontecimientos en la zona y su increíblemente sencillo razonamiento científico; sus largos silencios, como de místico. Un domingo me enseñó unos poemas que me escribió –que más bien parecían canciones. Hablaban de mí. Caray. Imaginaba mi desnudez bajo el sol. Eran buenos, creo, bien escritos, sin muchas faltas de ortografía irlandesas, al menos. Eso me gustó. (Albert y otros profesores amigos de él me hicieron muchas poesías, lo menciono sin ningún sentido de orgullo ou présomption). Pero descubrí una línea tachonada y una punta de un rayo solar me pinchó en el bulbo raquídeo. La línea decía algo de “humidity”, “legs” y el dublinés “arris”, en diferentes colocaciones y mediando otras palabras. Eso como que me agotó; me "madreó", como se dice en México. Me senté, y le dije “están bien, mi amor” –siempre he dicho “mi amor” (“love”) como una petword en razón de una conversación con hombres, lo que no implica afecto ni nada de nada. Winckle me miró detenidamente y me acarició el cabello; supuse que ese día algo lo excitó sexualmente. Y yo estaba ahí. Y los dos estábamos solos. No sé... me levanté cuando comentaba acerca de un cura o pastor de su condado y miraba el efecto del sol de las cuatro de la tarde en derredor. Escuchándolo con/sin atención, con una vasija saqué agua de un gran contenedor y lavé mis piernas y mis pies polvosos, refrescándomelas desde los muslos; yo andaba in rut, o-o-oh! Cuando me descubrió poniéndome agua, cortó abruptamente la plática y se acercó a mí. Ya no supe. Le llamaron por su radiotransmisor, y tardó en la conversación, dentro del remolque-cabaña. Me dio muchísimo sueño... entre sueño, calor y hastío. Miré que Karl se alejó buscando frutillas, matitas verdes, me recosté en una rica banca de madera y dormité. Dégoût. El pelirrojo salió, me miró y echó nuevamente la vista hacia los huisaches y arbustillos del desierto; Karl no le interesaba; lo observé mientras mis párpados caían, pesadísimos, con piedrecillas encima. Dormité. Él camineteó por ahí y ya no supe cuánto tiempo transcurrió. Desperté dentro del sol y sentí a Winckle acariciándome las piernas, como un arrullo; plays grab-ass me. De plano regresé a dormir al observar a Karl ya muy alejado. Media hora. Cuando desperté me besaba ya los muslos, lentamente, suavemente, como besando el pan que se va comer, como si yo fuera su merienda... like a roucoulement. Luego no recuerdo cómo fue todo. Creo que se acomodó, es decir, se sentó completamente en la banca y subió mis piernas en sus muslos, así me las besó y acarició con las dos manos, cual si comiera un cordero... o como si tejiera o cosiera algo sobre mi piel; las piernas de una muñeca de trapo. Todo en silencio y sin mirarme a los ojos; los ojos de esa muñeca. Su lengua pasando por la parte interior de mis muslos me despertó completamente; me besaba los tobillos y los pies como un religioso de barba roja. Con su barbilla zacatosa y sus gruesos labios me frotó el sexo, sobre las bragas, y me vine como loca, él, emitiendo un sonido gutural, grave, como urodelo, aspiró con las fosas nasales mi aroma púbico. In rut.

–Oh, dovey!... –exclamé, yéndome de naja, yéndome de veta, viniéndome como elefanta, como cocodrila.

Me incorporé. Sonreí y me puse agua en las piernas nuevamente, mareada. Me miraba como a un animal... una reptil, una mascota, una muñeca en movimiento, una lilly-ledy de trapo. Se acercó e intentó besarme en la boca, saqué el rostro, evitándolo, sonriendo, y descubrí en el cielo cuatro o cinco grandes aves, una pequeña parvada. ¿Qué son esas?, pregunté a nadie. Winckle las miró y dijo están extraviadas; sparrow-hawks. Me abrazó por un lado, tocándome un seno. Pasamos al interior tomados de las manos; yo, descalza. En la puerta estuve cracking-one-off-him manualmente, un petit doigt, estilizado. Yo andaba caliente, chorreante, salaz, como yegua, como mula, como lagartija, como dromedaria... con piedras calientes en la mente, caray, matatenas de temascal, caramba…ª Sentía ternura por él, por sus ojos dulces y su cabellera pelirroja ensortijada, de Ciro Peraloca (qué barata referencia…). Algo me dijo en su tono irlandés más acentuado, algo sobre ropa, algo sobre que estuvo en la cárcel, en Belfast, una temporada, por asuntos políticos. Balbuciente. No me interesaba. Y me daba cuenta de que no le interesaba si a mí me interesara. Y percibí que le hablaba al piso, o para escucharse. Me llevó a un rincón con ventanita, con una mesa grande, donde estaba el radiotransmisor y su LapTop. Me sentía feuillue. Era un niñote. Lo tuve entonces entre mis piernas, tirada en la madera fresca, w/his hot-tongue on my slot… lamiendo... gobble’n gobble, alimentándose de todo eso, con conciencia, asombrado por mi pilosidad. Me produjo más orgasmos… ♫¡mmmm!♫. “I’m cherry, pal”, le dije, para prepararlo; entonces me miró a los ojos y se alejó un poco. Karl estaba en la ventanita, buscándome. Percibí que eso asustó a Winckle, quien dio un sobresalto; sonreí burlona e inesperadamente bajó… y me ensalivó… la flor oriental, levantándome las piernas y poniendo mis pies sobre sus hombros, como un juego. Me daba risa y no entendía mucho; era un asunto biológico que aceptaba como tal, ofrecida para el placer de un hombre solitario... como un medio hombre, tal cual. Me hacía “cosquillas”, tickling. My seat ticklish para un lobo manso. Bajo un calorón agobiante, que atenuó… o enriqueció, el asunto. Entró lentamente... y estuvo muy, muy, muy… delish, lo confieso; caray, una delicia… cross my heart… Yo sudaba como guanábana (me dijo: “eres como una guanabana”, pues por esos días le obsequié esa fruta, que él no conocía), harto botánica, biológica, zoológica… animal... reptil; guanabana’s lard. (Ruega por nosotros ruega por nosotros ruega por nosotros). Greek’n greek. El venía e iba pausadamente mirando a Karl, mirándose ambos, y debido a mi gestualización y gemidos íntimos sentí que me consideraba very bawdy... como las chicas del bawdyhouse & brothel del Downtown de Nuevo Laredo... y mejor cerré los ojos, le rasguñé suave y gatunamente un poco los brazos, y expresé "¡miau!". "Juicy'n hot!", me dijo, repetidamente. S’accomodi! Me serené mucho, en verdad y él se satisfizo, literalmente vaciándome un gran chorro caliente de hombre-lobo, apio. Little Red Riddinghood & the wolf, ¡aaay! Lonely wolf... (“la fame caccia il lupo dal bosco”).

Los 16 y 17 años fueron de crecimiento y aventurillas. Y cuidando mi virginidad fundamental… mental mental, me hice experta para apaciguar perros... & wolves. Amén.


Este fué el primer relato que llegó a esta bitácora.

5 comentarios:

  1. Me encanta esta historia, y así, contada en spanglish, al estilo texano, que se ve muy real, casi olemos el polvo -en polvo del desierto-.

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  2. jajaja el irlades pelirrojo medio pendejo y de como haba esta chica pense que yo hablaba intercalando palabras fuera del idioma dar ... ea petrece prea(PERO... ELLA SE PASA)o le vi lo pendejo mas bien la vi pendeja a ella esa tecnica de hacerse el bobo y desesperar a las chicas siempre funciona para que le abran las puertas (OH PERDON LAS PIERNAS....!) en cualquier parte del mundo jajaja

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  3. Menos mal que una sabe idiomas, sino ahora estaría llorando por ser tan burra. Buen relato.

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  4. En fin, Negri, es que me las pones a huevo. Por ser burra puedes llorar todo lo que quieras. Eso sí, al ser políglota, te puedes trincar este magnífico relato entendiendo sus cuatro (no los he contado bien) idiomas y estar muy orgullosa de ello. Olé tus tetas marrones.

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